Lucy es una mujer menuda. En su cara refleja energía y sinceridad. Lanza sus palabras con una sonrisa a flor de labios.
Recuerda que ella era de las mujeres que se oponían a la organización de obreras, pero por temor. “Pero yo soy aventada y aquí estoy”, dice mientras habla con Equilibrium en la casa de Mujeres Transformando, una estructura que no es ni por sueños la primera “oficina” que encontraron las primeras dos mujeres en 2003.
Su involucramiento con MT se inició en 2005. “Empecé a reunirme, le ayuda mucho a uno (esas reuniones) porque se pierde el miedo o la
desconfianza, porque pronto pensamos en el trabajo”, confiesa. Lo admite. Era casi una opositora. “Yo era una de ellas porque soy madre soltera con tres hijos, y pensaba: si me quitan ¿cómo le doy de comer a mis hijos?”
Pero luego se quedó y empezó a entender los derechos porque llegaban a los cantones (Monserrat y sus apoyos), donde a uno no le enseñan nada. Nos dimos cuenta que no eran un sindicato ni que nos iban a preparar para pelear en la lucha armada o a lanzar piedras en las manifestaciones”, recuerda Lucy.
Todavía tiene fresca en su memoria las imágenes de aquella primera marcha: “íbamos con miedo”, dice, pero a su regreso, traía otra idea, otra imagen de lo que es la organización de obreras.
Lucy es una mujer de San Miguel. Solo estudió sexto grado, pero no aprendió para entonces nada sobre derechos de las mujeres o derechos laborales, en MT sí empezó a conocer que las mujeres son más que un objeto, más que una mujer de hogar, que no debe ser sometida a tratos inhumanos. “Yo me crie en el
monte y hasta la vez me da miedo hablar ante la gente. Pero ahora estoy más segura, digo las cosas que siento, las cosas que pienso”. Oír hablar así a Lucy despierta la satisfacción de aquellas mujeres que estuvieron detrás de su cambio. Hace 17 años llegó a vivir en el cantón Casitas, de Santo Tomás. Empleados de una empresa maquilera llegaron un día al cantón a hablar con dos mujeres que sabían bordar.
A ellas las utilizaron como facilitadoras, para que les enseñaran a las demás a bordar y cuando ya estaban listas, los empresarios o sus representantes ya habían armado un derecho de disponer de la mano de obra de las mujeres que aprendieron. “Como nos enseñaron, luego nos dijeron que teníamos que trabajar con ellos” recuerda Lucy.
Pero ella se ha liberado de aquella explotación que representaba bordar una sola pieza durante todo un día, a cambio de un dólar o, a lo sumo, $1.50 por pieza. Era ropa bordada a mano con calidad de exportación.
“Me levantaba a las 3 de la mañana, hacía las cosas de la casa, el desayuno y a las 5 empezaba a bordar”, recuerda. Cuando su primogénito
despertaba lo tenía a su lado, cuidándolo y bordando, No tenía la ayuda de nadie. Lucy es madre soltera, con tres hijos. Tenía que cuidar que la ropa no se la mancharan los niños. Si lo permitía, esa pieza no le era pagada. Pero en la empresa la lavaban y le ponían un precio, era la ganancia injusta de los empresarios a costa del sudor, del sueño y del sacrificio de una obrera humilde como Lucy.
Pero sacó una ventaja, ahora la obrera menuda se ha liberado, no solo tiene su propio negocio, muy pequeño por cierto, pero le pone el empeño y, además de ser promotora de MT, trabaja bordando para mantener a su familia. De su esposo no sabe nada.
Más tarde, Marilyn Najarro se sumó a la organización. Ella llegó como motorista, ahora es una de las dos abogadas de MT.
Empezó en 2006 como estudiante y para ganarse su sustento diario puso manos al timón y empezó a tejer su historia con Mujeres Transformando.
“Se me dio la oportunidad como coordinadora de un proyecto de jóvenes, posteriormente para fomentar el deporte entre hombres y mujeres,
terminó el proyecto, pero desde entonces se mantienen torneos, aunque solo para hombres”, recuerda. Las mujeres que ella orientó en el deporte, se quedaron posteriormente con una batucada que todavía existe. “Luego terminé mi carrera y me quedé para ver las necesidades de las mujeres en las maquilas y capacitarlas en derechos laborales” explica.
Después llegó Noemí. Era 2009 y estaba interesada en una plaza de abogada que se anunciaba. “Me llamó la atención trabajar en una organización de mujeres y lo bonito de este trabajo es que se hace desde la carrera pero desde el punto de vista humanista”.
Se abre la carrera de abogada y la parte pedagógica, entonces le ha obligado a especializarse en la pedagogía para enriquecer la institución, en la enseñanza de Género y Economía sobre lo cual tomó un curso de preparación en la Universidad de El Salvador (UES), bajo e l auspicio de la Organización de Mujeres Salvadoreñas (Ormusa).
Después de aquellos días de incertidumbre de la organización, ahora manejan grupos que cuando adquieren antigüedad se convierten en facilitadoras y hasta realizan trámites en el Ministerio de Trabajo, reclamando por descuentos de cuotas sindicales sin que estén sindicalizadas, o porque no les pagan las prestaciones de Ley
En resumen, ahora Lucy se defiende con las herramientas de las que un día huyó, sin saber que eran para su propio beneficio.
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