Sombrillitas en la cima del Ilamatepec, no le dan sombra; pero sí, sabor

“Hay de pistacho, zapote, arrayán, ensalada de fruta, granadilla, melón, ron con pasas y coco con leche…” La turista canadiense se deleitó entonces con una de coco…

Fotos: Periódico Equilibrium.

Todos los días, desde las 9 hasta la 1 y media, desde El Cerro Verde, a veces desde el lugar conocido como El Tibet, Henry Escobar, un joven de 22 años, sube el volcán de Santa Anata, para ofrecerle a quienes escalan el coloso una exquisita paleta Sombrillita.

“Si no vengo aquí voy a Izalco, pero casi siempre agarro para acá”, dice Henry, mientras señala desde la cima el volcán de Izcalco, el cual, desde la posición de su improvisada tienda resguardada por una enorme roca, oculta el pueblo homónimo.

Con su experiencia, la subida con entre 175 y 200 paletas en hombros, dependiendo de los días, el joven sube la vereda en 30 minutos, lo que para algunos caminantes turista se hace entre 45 y hasta dos horas, con carga ligera o sin carga.

Hace un poco más de un año, Henry trabajaba en las milpas del que ahora sigue siendo su patrón. También trabajaba en construcciones. Ahora, a pesar de la carga y de la caminata cuesta arriba, dice que le sale mejor vender paletas sombrillitas, pues a 2,381 metros sobre el nivel del mar y, sin importar el ambiente fresco y el viento, esa sabrosa paleta invita a comerla, por un dólar.

Es raro que suba el domingo, pero cuando no va a vender sus paletas a la cima del volcán porque quiere “descansar”, va a cuidar animales (ganado) lo cual es mucho mejor que subir con la carga hasta el cráter.

«It´s good», exclamó la turista francesa, mientras probaba, por primer vez, la paleta sombrillita de coco con leche.

Román Martínez, un guía de turistas extranjeros, ha llegado ese sábado hasta el cráter del Ilamatepec o volcán de Santa Ana, Allí conoció al patrón del joven, quien le contó que hace siete años subía a vender paletas porque tenía a un hijo estudiando en la universidad, lo que le mostró que, si se quiere, se puede lograr muchas cosas importantes en la vida.

El guía venía desde El Zonte, una playa ubicada en La Libertad, con un grupo canadiense que visitaba por primera vez el volcán de Santa Ana, como parte de su estadía para conocer El Salvador.

El grupo de turistas canadienses que visitaban las playas de La Libertad, se escaparon hacia el Ilamatepec

El guía sabe inglés, francés, español e italiano y no fue a ninguna academia, solo los aprendió motivado por las clases de inglés del bachillerato, confiesa Román.

Mientras el grupo de canadienses degusta las paletas y se extasía con su sabor, el joven habla de su patrón: “es un ejemplo a seguir”, dice, confirmando la historia de Román.

Desde el Cerro Verde (primer plano) Henry sube diariamente casi 3 km hasta el IIalamatepec, desde donde se observa, también, el volcán de Izalco.

El joven sustituyó a su patrón, porque en una de sus bajadas con las paletas, desde el cerro verde, este último se accidentó y se provocó un esguince en uno de sus pies

La demanda de las paletas es grande, siempre se terminan porque esta mezcla de leche, azúcar y frutas hecha paleta, cae bien cuando se tiene sobre sí el imponente sol.

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